-Pues verás, pequeña. Cuenta la leyenda que hubo una vez un joven de pelo dorado y ojos llameantes como el fuego y una muchacha de cabellos de plata y luminosos ojos grises, los cuales se amaban con locura. Pero no quiso el destino que ambos enamorados pudieran vivir su amor y un día una bruja malvada les echó una maldición que les convirtió en dos astros. Ella la Luna. Él el Sol. Él llameante. Ella fría. Él creaba luz. Ella sólo creaba sombras. Era imposible que pudieran convivir en el cielo juntos. De modo que decidieron que no podrían verse si no unos pocos segundos al día. Pero, lo que la inocente Luna no sabía era que el Sol la amaba tanto que cada noche moría para que ella pudiese respirar. Y sólo verla a ella, aunque sólo fueran unos segundos, podía calmar su corazón antes de desaparecer.
